Hemos recibido visita. Una visita bastante especial y esperada. Desde Kirguistán, Ana, Sergi y Roger, Somriures del Kirguizistan, ya sin ambulancia, han vuelto a casa.
Con mil y una historias en la mochila era difícil no arrancarles anécdotas y experiencias interesantes.
Comenzaron hablando en términos generales “el viaje ha ido bien”, “en Kirguistán, la gente de Unicef nos recibió con los brazos abiertos”, “la ruta por los coles ha sido interesante, aunque en pocos tuvimos traductor”… Poco a poco, se fueron soltando y de cada hilo salía otro.
Roger explicaba, “mientras estábamos en ruta y allí, no creíamos que estuviéramos haciendo nada diferente. Lo asimilamos como rutina. Ahora, al empezar a hablar nos pasa lo mismo, nos cuesta arrancar y contar las mil cosas que nos han pasado y que hemos visto”.
En seguida, comenzaron a hablar sobre la hospitalidad de la gente en las aldeas rusas por las que pasaron y en la buena acogida en Kirguistán. “Todo el mundo nos quería invitar a comer o a cenar y nos ofrecía su casa para quedarnos a dormir. En uno de los desplazamientos a una escuela rural nos acogieron los suegros de una compañera de Unicef”, explicó Sergi.
Entre las anécdotas, recuerdan la de cuando se les estropeó la ambulancia en Zurich, primero falló el motor de arranque y después creen que la grúa al remolcarles les rompió la bomba de dirección. En ese momento se estresaron y creyeron que no podrían continuar, el taller les pedía mucho dinero por el arreglo, el seguro no entendía los daños y el tiempo de entrega mínimo era una semana. “Al final, después de muchas llamadas y gestiones, las cosas salieron bien, encontramos otro taller (de un gallego), el seguro entendió lo que había pasado y nos dieron el vehículo en un día. Pero sin duda, fue el peor momento en cuanto a estrés. Pensábamos, si esto nos está pasando aquí, qué no nos pasará en la estepa o en las zonas rurales de Asia”, decía Roger. Y añadía, “después pensamos que hubiera sido muy útil haber hecho una foto con la app Stamphoto para tener una prueba de lo que había pasado y poder justificarle fácilmente al seguro lo que les estábamos contando”.
Al atravesar Rusia, se encontraron con la dificultad del idioma, en muchas zonas nadie hablaba inglés. En algún momento tuvieron recelo y pasado el estrés, pensaron que haber hecho una foto de una matrícula o de la placa de un policía con Stamphoto podría haber ido bien. Así lo explicaba Roger, “por seguridad. Al hacer una foto normal, alguien puede borrar la imagen. Al hacerla con Stamphoto, como se envía por e-mail y hay un tercero que la custodia, la imagen no se perdería aunque fuera borrada, y podrían localizarnos”.
Otro de los momentos críticos fue cuando la ambulancia se les quedó enterrada en el fango en medio de la estepa rusa. El pueblo más cercano estaba a 30 kilómetros, por la carretera principal más próxima apenas pasaban coches, y los que pasaban no paraban. “Por un momento, creímos que no podríamos sacar la ambulancia de allí y tendríamos que pedir rescate a la embajada. Vimos el fin de nuestro viaje”, comentaba Sergi mientras Roger asentía con la cabeza.
Ana no ha podido venir a vernos y contarnos sus impresiones. Pero Sergi y Roger dicen que para los tres el viaje ha significado un momento muy importante y que posiblemente les haya abierto puertas de cara al futuro, para abordar otros proyectos de cooperación o para integrarse en alguno que ya esté en marcha.
Los tres están muy orgullosos de lo que han conseguido y de demostrar que desde el deporte también es posible hacer proyectos de cooperación. Ya están pensando en repetir, aunque la próxima vez, probablemente, será a un destino diferente, ¿África? “Tenemos que informarnos bien, como en esta ocasión, para elegir un sitio en el que sepamos que vamos a aportar algo.”, respondió Roger y añadió, “ahora ya sabemos en qué circunstancias nos sería útil Stamphoto. Nos lo llevamos y lo certificamos”.