Rannoch Moor, una de las zonas más inhóspitas y baldías de Escocia. Llueve 300 días al año y sopla un fuerte viento siempre. Casi siempre llueve de lado, como dicen ellos. El verano pasa de largo, los animales salvajes también, y a tí ganas de huir no te faltan. Pero el destino te reclama, y tienes que cruzar a pie diez kilómetros del Rannoch Moor más occidental, expuesto completamente a la intemperie, sin posibilidad de refugio ante ningún cambio de tiempo, siempre a peor. Dicen los escoceses que en Rannoch Moor el infierno es frío y húmedo.
El camino de subida al Blackmount comienza a planear, y estás a punto de iniciar una hazaña que nada tiene que envidiar a la épica protagonizada por los semidioses griegos.
Evidentemente, un momento así tiene que inmortalizarse. Tenemos Twitter lleno de selfies con risas forzadas, Instagram lleno de paellas con demasiados filtros y Facebook lleno de fotos con amigos en el único momento en que no miran el móvil, así que una proeza de este nivel merece algo más . Al fin y al cabo, ¿quién puede asegurar a tus amigos que la foto en medio de un paisaje invernal en pleno mes de mayo está hecha en Rannoch Moor?
Pues, por ejemplo, Stamphoto, la aplicación que te permite geolocalizar una fotografía y genera un certificado con la ubicación y un sello de tiempo. El certificado es una prueba fehaciente, así que el amigo pesado o el cuñado deberán tener cuidado con los comentarios hihihaha sobre Rannoch Moor.
La utilidad, sin embargo, va más allá de la simple moderación de las sobremesas de Navidad. Crucé Rannoch Moor haciendo el West Highland Way, la ruta de largo recorrido más famosa de Escocia. Esta travesía tiene su propio pasaporte, para ir sellando en distintos puntos que suelen coincidir con finales habituales de jornada. Soy de los que incluso se olvidan de que tienen mala memoria, así que no debería resultar raro que mi pasaporte sólo tenga dos o tres sellos, aunque completé los 154 kilómetros de la ruta. Necesitaría hacer el camino dieciocho veces para no olvidarme de ninguno! Un Stamphoto al final de cada etapa es mucho más fácil de recordar y da menos pereza que ponerse a buscar un local con el sello después de andar durante 5 o 6 horas bajo la lluvia, con viento e incluso piedra.
Un par de semanas después de llegar a Fort William, descansado y con las ampollas secas, certifiqué que había encontrado el astronauta en la fachada de la catedral de Salamanca. Lamentablemente para mi biógrafo, en el año 2008 no existía la aplicación (de hecho, ni siquiera existían los smartphones… ¡ay, la edad!) cuando hice el Tour du Mont-blanc y un chaparrón inesperado en Chamonix, con la mochila desprotegida, deshizo el certificado de papel que acreditaba la finalización del tour.
El día que haga el Camino de Santiago, Stamphoto tampoco faltará. Ni la certificación de la puesta de sol en Finis Terrae.